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UN DIA NORMAL

Al mirar, atentamente, su cara en el espejo, una emoción le subió del vientre. Y era por ver la expresa sensualidad que le devolvía su reflejo. Llena de alegría salió de su cuarto, bajo las gradas y se sentó en la sala a esperar a Felipe; un año de compromiso. Ella aceptaba que era afortunada, pues el muchacho no era mal partido y se esmeraba por tener la relación en lo mas alto del interés. Era inteligente, de buena familia, su futuro alumbraba de éxito y su buen humor colmaba de gratos momentos la vida de la niña.
Marcelita, se paro y miro por la ventana; el día estaba bien iluminado y la cuadra sola. Solo se oían los gritos de anuncio de dos vendedores ambulantes que se intercalaban a lo lejos; gritos resignados. Dio ágil media vuelta en la punta de sus pies y se dirijo a la puerta. Estando unos metros fuera de su casa, poso sus manos suavemente en la parte posterior de la cintura y volteo la cabeza mirando con detenimiento hacia cada lado de la cuadra. Al fondo de esta, alguien venia caminando con paso seguro y podría describirse como sabroso. Traía una gorra hacia atrás y miraba a la niña con su pelo cogido en un descuidado moño detrás de su ovalada cabeza. Edgar venia de donde su novia y se quitó su gorra para tener en la mano algo que escudriñar, mientras pretendía saludar. Suavizó su paso progresivamente hasta encontrarse frente a ella, que miraba interesadamente a este exponente de la virilidad. " Que mas Edgar "- se adelantó ella a saludar - "¿y eso, de donde venís?"- preguntó suavemente. Edgar vivía unas casas mas allá y en su paso obligado por la casa de esta admirable dama, nunca dejaba de añorar verla, gran honor del que hoy era privilegiado. Edgar ya estaba cobijado por la amabilidad que derrochaba Marcelita, le dio la explicación de su procedencia y se apresuro a preguntar sobre el acontecer de la vida de ella, mientras su mirada se posaba ingrávida en el cuello suave que se extendía sedoso hasta debajo de sus orejas, vestía un bluejean y un body blanco, todo se ceñía a su delgada y espléndida figura; cadera proporcionalmente ancha, angosta cintura y senos pequeños. Edgar no se percataba de lo que hablaba Marcela, solo sonreía mirándola y su atención flotante encubría villana, a sus pensamientos. De pronto la niña subió la voz; "ve, ¿voz tenés algo sobre el renacimiento? Es que tengo que hacer un trabajo para mañana." Edgar se dio cuenta de la oportunidad que le brindaban para acercarse, y se acordó del tomo 7 de historia del arte de Salvat, que sin los demás tomos, solo y negro se asomaba en medio de los libros de su casa. Se apresuro entonces a confirmarle su ayuda, "hay gracias", respondió ella "yo te llamo mas tarde, ¿listo?" . esto parece el comienzo de algo, no se puede malgastar la oportunidad, "chao." Edgar se fue contento. Llega a su casa, abre la reja, entra y al disponerse a abrir la puerta mira hacia la casa de Marcela; que sigue afuera, y hacia el otro lado; que se ve acercarse un carro, pasa y para donde esta ella; es su afortunado novio.

Edgar entra a la casa va a la cocina y mientras abre las ollas se pregunta de quien será el carro en el que siempre llega Felipe. Come algo de comida fría y sube a su pieza, se acuesta y a los 15 minutos de pensar se duerme. Se despierta algo confundido y con los zapatos puestos, mira el reloj y son las 7:00 p.m. mala hora. No sabe que hacer, no tiene nada que hacer. Se sienta en la cama y pone la mano derecha sobre sus ojos, tapándolos de la luz. Agacha la cabeza y se frota el cabello; ve como caen algunos sobre sus piernas. Se para, camina hasta la pared y apoya su cabeza en esta. De pronto se restablece y corre hacia la ventana, mira hacia la casa de Marcela y lamenta ver el carro de su novio; aun no se ha ido. Decide que verá televisión y va hacia el cuarto de su mamá pero al prender el aparato se da cuenta que todos los canales están dañados; que gran desgracia, no estaba desesperado, pero si bastante incómodo. Parecía que se agotaba el oxigeno. Pero sonó el teléfono y todo volvió a la normalidad. Fingiendo tranquilidad hacia si mismo, fue a contestarlo sobriamente; "aló" dijo "quihuvo amor", era la voz grabe de su novia se había olvidado que sentía algo por ella y la detesto en ese momento, hablo apáticamente unos minutos y la despidió de afán, tirándole un beso al final, colgó y se quedo mirando el teléfono. Llego a pensar en llamar a Marcela a decirle que hiciera la tarea, pero era ridículo. El sentimiento de zozobra se apodero de él, ella nunca llamaría, su novio le conseguiría la tarea. Era tonto pensar que entre Marcela y el comenzaría algo con tan estúpida disculpa, y no era capaz de llamarla a decirle quiero verte, salgamos. ni siquiera tenia plata para gastarle un chicle. Medito un rato, retomo la calma, tomo el teléfono y llamo a su novia pensando cariñosamente en ella, pero al oírla se le bajo el cariño, y volvió a hablarle apáticamente hasta llegar a un momento en que los dos callaron con el tema agotado. Luego de un minuto de silencio el se despidió y colgó; sintió pesar por ella , ese era su verdadero sentimiento hacia ella, y lo que hacia que no la dejara era el pensar que daba lo mismo. Fue hacia la biblioteca y busco el libro de historia del arte, al encontrarlo lo abrió y ojeo sus páginas, al leerlo se dio cuenta que era muy aburridor, solo siguió mirando sus gráficas.

Comentarios

  1. otro buen texto, otra vez que vuelvo, y otra que volveré.

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